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utilizarlo hemos de pedir permiso al control médico, porque si hubiera una hemorragia interna contribuiría a
intensificarla y enviaría toda la sangre a la cavidad abdominal.
Comprobó que Freda estuviera bien, e inmediatamente sonrió y extendió la mano . Steve Ripley.
Yo soy Roberta Cole.
Nuestra endiablada conductora se llama Toby Smith.
¡Hola, doctora! No apartó la mirada de la carretera, pero R.J. vio una alegre sonrisa en el espejo
retrovisor.
Hola, Toby contestó.
En la entrada de ambulancias había enfermeras esperando, que inmediatamente se llevaron a Freda. Los
dos técnicos de urgencias quitaron las sábanas ensangrentadas de la camilla y las cambiaron por otras limpias del
almacén de suministros del hospital; luego desinfectaron la camilla y volvieron a prepararla antes de meterla otra
vez en la ambulancia. A continuación se sentaron en la sala de espera junto con R.J., Hank y el policía. Éste dijo
que se llamaba Maurice A. McCourtney, y que era el jefe de policía de Woodfield.
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Me llaman Mack le explicó a R.J. con gravedad.
Los cuatro se hallaban visiblemente abatidos; habían realizado su trabajo y ahora acusaban la reacción.
Hank Krantz les expresaba a todos su remordimiento. Eran los coyotes, les contó, que llevaban casi una
semana merodeando por su granja, de manera que había decidido limpiar su arma de cazar ciervos para matar un
par de ellos y ahuyentar así la manada.
Es un Winchester, ¿no? preguntó Mack McCourtney.
Sí, un antiguo Winchester 94 de palanca, calibre 30 30.
Debe de hacer dieciocho años que lo utilizo, y nunca había tenido ningún accidente con él. Lo dejé
encima de la mesa con un poco de brusquedad y se disparó solo.
¿No estaba puesto el seguro?
quiso saber Steve Ripley.
Bueno, es que nunca dejo una bala en la recámara. Siempre lo vacío cuando termino de usarlo, pero
la última vez debí de olvidarme. La verdad es que de un tiempo a esta parte me olvido de todo.
Fulminó al técnico con la mirada . Y vaya descaro tienes, Ripley, preguntando si había recibido más
de un tiro. ¿Crees que he disparado contra mi mujer?
Escucha, ella se encontraba allí en el suelo, sangrando a chorros. Necesitaba saber rápidamente si
tenía más de una herida que atender.
La mirada de Hank se ablandó.
Lo siento, no debería reprochártelo. Le has salvado la vida, espero.
Ripley meneó la cabeza.
Quien de veras le ha salvado la vida es la doctora. Si no hubiera encontrado el punto de presión
cuando lo hizo, en estos momentos lo lamentaríamos todos muchísimo.
Krantz se volvió hacia R.J.
No lo olvidaré nunca. Sacudió la cabeza . ¡Mire lo que le he hecho a mi Freda!
Toby Smith se inclinó hacia él, le dio unas palmadas en la mano y luego dejó la suya encima.
Escucha, Hank, todos la cagamos. Todos cometemos los errores más idiotas. A Freda no le va a
ayudar lo más mínimo que te eches la culpa de lo ocurrido.
El jefe de policía frunció el entrecejo.
Pero tú ya no tienes vacas lecheras. Sólo tienes unas cuantas reses para carne, ¿verdad? No sabía que
los coyotes se metieran con unos animales tan grandes.
No, con los novillos no se atreven, pero la semana pasada le compré cuatro becerros a Bernstein, ese
tratante de ganado que hay en Pittsfield.
Mack McCourtney asintió.
Entonces eso lo explica todo.
Son capaces de destrozar un becerro, pero no un novillo.
Sí, por lo general no suelen acercarse a los novillos coincidió Hank.
McCourtney se retiró, pues el coche de policía debía patrullar por Woodfield.
Vosotros también tendréis que marcharos le dijo Hank a Ripley.
Bueno, los pueblos vecinos pueden cubrir la tarea un rato.
Esperaremos. Tendrás que hablar con el médico.
Transcurrió otra hora y media antes de que el cirujano saliera del quirófano. Le explicó a Hank que
había reparado la arteria y que había insertado una espiga metálica para unir los fragmentos del fémur roto.
Freda se recuperará perfectamente. Tendrá que quedarse en el hospital unos cinco días; entre cinco
días y una semana.
¿Puedo verla?
Está en recuperación. Se pasará toda la noche con sedantes.
Será mejor que se vaya usted a casa y procure dormir un poco. Podrá verla por la mañana. ¿Quiere que
le mande un informe a su médico de cabecera?
Hank hizo una mueca.
Bueno, en estos momentos no tenemos ninguno. Nuestro médico acaba de retirarse.
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¿Era el doctor Hugh Marchant, el de la calle Mayor?
Sí, el doctor Marchant.
Cuando tenga un nuevo médico, dígame quién es y le mandaré el informe.
¿Cómo es que se desplaza hasta Greenfield para visitar a un médico? le preguntó R.J. a Hank
durante el viaje de regreso.
Bueno, porque no hay ninguno más cerca. Hace veinte años que no tenemos médico en Woodfield,
desde que se murió el viejo doctor.
¿Cómo se llamaba?
Thorndike.
Sí. Cuando empecé a venir aquí lo oí mencionar varias veces.
Craig Thorndike. Todo el mundo lo quería. Pero cuando murió, ningún otro médico quiso instalarse
en Woodfield.
Era casi medianoche cuando la ambulancia dejó a Hank y a R.J.
en el camino de acceso de los Krantz.
¿Está usted bien? le preguntó R.J.
Sí. No podré dormir, eso es seguro. Supongo que limpiaré toda esa sangre de la cocina.
Le echaré una mano.
No, de ninguna manera rehusó él con firmeza, y de pronto R.J.
se alegró de que lo hiciera, porque estaba muy cansada.
Hank vaciló.
Le estoy muy agradecido. Sólo Dios sabe qué hubiera ocurrido si no llega a estar usted aquí.
Me alegro de haber estado aquí. Y ahora, intente descansar.
Las estrellas eran grandes y blancas. En la noche flotaba el recuerdo del invierno, un helor de
primavera, pero mientras regresaba a casa en su automóvil, R.J. entró en calor.
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11. La llamada
11. La llamada
A la mañana siguiente despertó temprano y permaneció en la cama, repasando los acontecimientos de la
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