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un puente, un vínculo, porque la persona sigue viviendo una vida instintiva, sigue
teniendo una afectividad y una mente concreta propias del segundo nivel, pero al mismo
tiempo está teniendo otro canal de conciencia en un nivel superior. Entonces la persona
se convierte en un canal de transmisión, donde la realidad superior puede expresarse y
descender directamente hacia abajo. Y esta expresión de arriba a abajo es la
transformación del yo. Es tan doloroso como la extracción de una úlcera. Lo de abajo
está siempre sujeto a lo de arriba. Lo de arriba es la causa de donde procede todo lo que
funciona. Su profunda naturaleza de amor tiende a provocar, a despertar, a inducir amor
en todo. Su profunda y altísima energía tiende a dinamizarlo todo, casi sin que la
persona se dé cuenta de que allí funciona una energía. Su profunda verdad tiende a
aclarar las cosas. Pero no soy yo que aclaro, no soy yo que hago nada. En tanto que yo
personalmente quiero hacer algo, aunque sea simplemente el atribuirme esa cualidad,
¿qué ocurre? Estoy cortando el paso, estoy cortando esta apertura. La presencia de lo
superior, la presencia divina ha de ser una experiencia, ha de ser la experiencia del
comienzo de nuestro nacimiento espiritual.
Cuando la enseñanza tradicional nos habla de la fe, se refiere realmente a esta
conjunción de la intuición y la aspiración. Ocurre tan sólo que la fe, tal como nos ha
sido enseñada, ha pasado a tener otras significaciones, otras connotaciones. Pero
realmente la fe operativa es ésta, la que es producto de la intuición y de la aspiración
vividas al mismo tiempo, simultáneamente.
Esto es algo que puede vivir todo el mundo, todas las personas, algo que está al
alcance de todos. No se necesita ser muy perfecto para esto. Es absurdo hablar de
perfección a nivel personal. Tampoco se necesita ser muy inteligente para esto, porque
nada tiene que ver con la inteligencia. En definitiva, no se necesita ser nada especial;
solamente sentir esa demanda, vivir esa intuición de lo superior y tratar de estar con
ambas cosas juntas, todo yo en silencio, y nada más. Y esto puede hacerlo
absolutamente todo el mundo que sienta esta demanda y que tenga esa intuición de la
realidad de la vida.
Preguntas:
R. -Esa experiencia dura, al principio, generalmente muy breves instantes, pero se
siente como algo particular, queda como algo único, a veces muy tenue. Esto es el
comienzo de la entrada a ese nivel, el primer contacto consciente con lo espiritual, y
esto es lo que hay que aprender a cultivar, es decir, a ponernos en condiciones propicias
para ello. Nosotros no producimos la experiencia espiritual. La experiencia espiritual se
produce instantáneamente cuando nosotros quitamos los obstáculos que lo impiden,
cuando propiciamos nuestros mecanismos para ser un receptáculo de ella. Por este
motivo, alguien definía la oración no como una expresión, sino como un saber escuchar:
«La oración es antes que nada, decía, saber escuchar». Primero ha de haber esa
polarización, ese ir todo yo, subir de puntillas a lo más alto de mi aspiración y de mi
intuición, y quedarme así en simplicidad, en silencio, todo yo atento y receptivo. De ahí
se sigue automáticamente la experiencia. Y si la experiencia no se presenta es
simplemente debido a que no se acaba de conseguir esa tranquilidad, este silencio, esta
calma, silencio y calma que, por otra parte, tampoco han de ser profundísimos y
especialícimos. Esta es una experiencia en realidad muy próxima a todos nosotros.
Cuando se empieza a vivir esto se puede empezar a hablar de vida espiritual -algunos
lo viven en cierto modo, pero todavía no se dan cuenta-. Entonces lo espiritual empieza
a ser lo que ha de ser una experiencia, y el crecimiento espiritual es crecer en
experiencia, es penetrar más y más en esta auténtica vida espiritual. La vida espiritual
no consiste en unas formas determinadas, en unas creencias, en unos ritos, en unas
prácticas, deberes u obligaciones. Todo esto tiene muy poco que ver con la vida
espiritual en sí; todo esto puede, en cierto modo, predisponer, ayudar, pero no es la vida
espiritual. La vida espiritual consiste en que el espíritu se exprese experimentalmente en
mí. Así, pues, vida espiritual es igual a experiencia espiritual.
R. -La vida espiritual se puede hacer conjuntamente con la experiencia del yo,
porque realmente se hace mejor cuanto más se vive profundamente el yo. Cuanto más
uno es profundamente consciente de sí mismo, más próximo está a esta presencia y a
esta experiencia de la presencia divina. Hemos dicho en capítulos anteriores: el trabajo
del yo es la realidad, la única realidad percibida en nosotros como sujetos. El trabajo de
unión con Dios es integrarnos con la única realidad vivida como objeto Trascendente y
Absoluto. De hecho sólo hay una Realidad y sólo existe una noción, una conciencia
posible, de realidad -solamente que esta conciencia de realidad está fragmentada, la
percibimos fragmentariamente, porque la percibimos a través de vías diferentes-. La
realidad del mundo la percibimos a través de los sentidos, a través de la zona cortical
donde se registran todos los estímulos de los sentidos. La del yo viene inicialmente a
través de las vías propias afectivas, por lo que percibimos, primero, nuestra propia
biología; luego, nuestros propios procesos internos subjetivos de pensar, de sentir, de
querer y, finalmente, la conciencia del yo como sujeto. Esta es una vía que actúa
principalmente a través del diencéfalo. Luego está la percepción de lo Trascendente,
percepción que realizamos a través de vías completamente distintas, parte de la zona
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